marzo 12, 2009

Muñeca Sola


En el centro de un ojo me descubro;

no me mira, me miro en su mirada.

Se disipa el instante. Sin moverme,

yo me quedo y me voy: soy una pausa.

Octavio Paz – Entre irse o quedarse


Supe que la amaba al momento que vi sus manos descubiertas, sin herirse con los guijarros a la orilla del lago ni sentir el frío que penetraba los huesos. Aquel rostro de niña hizo que mi vista no la perdiera un segundo. Observaba la paz que flotaba en sus ojos, traté de seguir el camino que señalaba aquellos dos espacios de piel, cubiertos sólo por el manto invisible de su mundo. Me parecía que deseaba detener el viento, hacer suyas las hojas secas del árbol que volaban cerca al suelo. Se mantenía concentrada en ese movimiento. Era una pequeña muñeca, no sonreía, sólo miraba hacia adelante.


De repente, agarró una hoja, la acercó a la mano de su mamá y la paseó suavemente. Nada podía quebrar el encanto mágico de una hoja seca moviéndose. Me pareció que dejó de respirar, para no romper el instante y por supuesto, la hoja, como si fuera de cristal o porcelana. Se mantuvo quieta, de rodillas, dejó la hoja en el suelo y agarró otra de otro árbol. Esta vez se alejó y se puso a dar vueltas, con la nueva hoja entre sus dedos y sobre su cabeza. Después de un momento se paró en seco y soltó la hoja. Se lanzó al suelo y se quedó ahí, moviéndose a su propio ritmo. Abría y cerraba los labios como cantando una canción, pero algo me dijo que no sabía hablar.


Me quede estática, mirándola. No supe que hacer, quería ir a levantarla, hacerla hablar, gritar, cantar. No podía creer que habiendo tantos juegos en el parque, se quedara jugando sólo con las hojas de un árbol muerto. El frío que hacía no le importaba, el viento helado sólo servía para mover más las hojas. Cuando, al parecer, empezó a sentirlo y busco a su mamá, solamente lo hizo con la mirada. Parecía que así no la encontrara, no pediría ayuda, no gritaría, no lloraría. Sólo se quedaría quieta, esperando que ella la viera. Y así pasó, por unos segundos. No necesitó avisar que la buscaba para que su madre se le aproximada, poniéndole un abrigo y frotándole los brazos. Creí oír que le dijo que se vayan pero la niña no mostró respuesta y sólo se fue corriendo a jugar al lado de otro árbol seco.


Paró su carrera muy cerca de mí, pero ni siquiera me miró. No me preguntó si quería jugar con ella. No me hizo saber que usaría mi camión como balde para los ladrillos de hojas ni mis muñecas como pilares para un extraño castillo que construyó.


No pude moverme, nada más la miraba. Cada vez se fue apegando más a mí, hasta quedar a unos centímetros de distancia, pero nunca me miró. Creo que cuando sintió que yo era la que se estaba moviendo hacia ella se asustó y quiso salir corriendo. Por suerte, algo me dijo que lo haría y estiré mi mano hasta tocar la suya. Percibí una extraña reacción entre ella y el toque de mis dedos sobre sus manos. Sólo fue un segundo pero pude ver pequeñas descargas eléctricas, minúsculas, apenas perceptibles. Ese instante fue eterno, y duró hasta que se dio cuenta de que lo que la estaba tocando no era una hoja sino una mano, que no era suya. Retiró su brazo con fuerza y como pasaba siempre, se fue corriendo.


El instante que pude tocarla y meterme en su mundo duró muy poco, pero fue tiempo suficiente para recordarla tal cual la vi. No sé si habrá tenido conciencia del efecto que produjo, sinceramente no lo creo. Ahora, ella queda en mí como lo que fue allí, una pequeña muñeca que no quebraba las hojas secas de los árboles muertos sino les daba vida, bailaba con ellas.


Imagen:

Niña Mariposa - Fernando Piñeyro


6 dijeron algo al respecto:

nbalike dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
nbalike dijo...
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angelcaido666x dijo...

Tratare de explicarlo

Acabas de describir algo que vi y senti alguna vez y que no lo habia podido escribir.

:´{

Camille Stein dijo...

muñeca sola

de manos descubiertas

... pura magia, pura vida, que queda impresa en el corazón


un beso

Vania B. dijo...

Qué hermosa, hermosa fotografía de un momento.

Abrazotes.

Albanella dijo...

Hugo: Pues, veo, que la vida entera es una coincidencia.

Camille y Vania: Gracias :)