Miro y observo. Miro cómo te limpias las ropas y las manos, la alfombra y el escritorio, de sangre y tinta para impresión; cómo ordenas los papeles y botas los que quedaron manchados; cómo jalas el cuerpo desde el centro del cuarto hasta la silla detrás de la mesita, a un lado de la computadora. Observo cómo te deshaces del arma homicida, sólo lo limpias con alcohol y detergente, lo vuelves a poner con los demás cuchillos y asunto arreglado.
Oigo y escucho. Oigo tu voz, al celular, diciendo dónde estás para que vengan por ti; maldices muchas veces a tu interlocutor, le explicas varias veces la dirección. Escucho cómo planeas que harás para recuperar todo el dinero que te estafó el muerto, cómo llamarás y qué dirás a la policía y si por alguna razón encuentran algún indicio de que fuiste tú el asesino, cómo declararás que fue por venganza.
Estar y ser. Estoy en la escena del crimen, dónde asesinaron a un magnate, hombre de negocios, dueño del mundo y soy un simple adorno, encima de su escritorio. Ojalá alguien, alguna vez, se interesara por lo que nosotros tenemos para decir. Bueno, lo olvidaba, no podemos hablar. Ni modo.
Imagen:
3 dijeron algo al respecto:
cuántos adornos habrán sido testigos de asesinatos... y si hablaran, cuántos habrían sido resueltos
me ha encantado tu escrito
un beso
Camille!! Vos sigues siendo uno de mis pocos fieles visibles..
Recién me doy cuenta que estoy en mi época de asesinatos.. y tienes mucha razón, no le prestan importancia a quienes deberían..
Saludos!!
uy que buen final, albanella esos finales sorpresivos estan increibles
=)
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